Por Yeanny González Peña (*)

Llegó a Cuba con un pequeño país entre las manos

LA HABANA

– Hace 73 años nació un escritor salvadoreño cuya poesía se esparce por el continente latinoamericano, enérgica y anunciadora de que a estas tierras, ultrajadas durante más de 500 años, les ha llegado, por fin, el turno del ofendido: Roque Dalton. En un encuentro de artistas celebrado recientemente en El Salvador sobre la figura de Dalton, la poetisa española Aitana Alberti expresó que América Latina vive momentos de libertades y reivindicaciones acordes con el pensamiento de uno de los poetas revolucionarios más auténticos de la literatura en la región.

Nació el 14 de mayo de 1935 en la capital de la nación centroamericana. De madre salvadoreña y padre norteamericano, fue educado en un colegio jesuita hasta que en la universidad se involucró en las primeras acciones insurgentes contra el régimen dictatorial en su país.

Formó parte de una juventud inconforme y soñadora. Hombre de su tiempo que vibró al centro de sus circunstancias: una patria conmovida por la dictadura militar que se instauró allí desde 1931 hasta 1979.

Estudió derecho y antropología en las Universidades de El Salvador, Chile y México, pero desde muy joven se dedicó al periodismo y a la literatura, con la cual obtuvo diversos premios en certámenes nacionales y centroamericanos.

El amor y la política dominaron los hilos de su poesía, cuyas raíces provenían de Pablo Neruda, cantor de la geografía continental y de César Vallejo, conocido radiólogo del alma latinoamericana. “A nada temo sino a la cobardía / nada me hace llorar sino el amor”, decía.

Allí, en lo más recóndito de su obra, conviven también un humor y una ironía abonados con las corrientes surrealistas de Henri Michaux, Saint John Perse y André Breton. Sobre esa cualidad de su poesía el poeta uruguayo Mario Benedetti expresó: “en el caso de Roque Dalton, más que hablar de humor en poesía, habría que hablar de humor poético. Roque elabora poéticamente el humor; lo convierte en poesía antes de soltarlo sobre la página”.

Fue uno de los representantes más genuinos de la poesía conversacional, movimiento literario que alcanzó su auge en este continente al calor de los sucesos del Mayo Francés, Tlatelolco, Vietnam, Argelia, la Revolución Cubana y las dictaduras instauradas en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX.

A los 22 años de edad se afilió al Partido Comunista salvadoreño y en 1959 el gobierno militar lo encarceló por su militancia en esa organización.

Dos años después fue liberado y se exilió, primero en Guatemala, después en Cuba y más tarde en Checoslovaquia y la Unión Soviética.

Su paso por Cuba

Llegó a Cuba con un pequeño país entre las manos, del cual había conseguido huir luego de ser apresado por el gobierno salvadoreño en 1964, y fue aquí dónde escribió la mayor parte de su obra ensayística y poética: El mar (1962), El turno del ofendido (1962), Los testimonios (1964) y Taberna y otros lugares (1969).

Mía junto a los pájaros (San Salvador, 1957), La ventana en el rostro (México, 1961), Poemas (San Salvador, 1968) y Los pequeños Infiernos (Barcelona 1970), también forman parte de sus publicaciones.

En 1969, bajo el seudónimo de Farabundo, obtuvo el premio Casa de las Américas de poesía con su ópera-rock Taberna y otros lugares.

“Dos patrias tengo yo: / Cuba / y la mía”; decía el guerrillero arrimado a la lumbre de la atmósfera revolucionaria de la nación cubana de los años 60 y 70.

“Sobre nuestra moral poética” es el poema que quizás mejor describe al Dalton exiliado y convencido de que “la poesía no está hecha sólo de palabras”. “Ser poeta es una conducta moral”, expresaba, en su empeño de cambiar el destino de su pueblo.

“No confundir, somos poetas que escribimos/desde la clandestinidad en que vivimos./No somos, pues, cómodos e impunes anonimistas:/de cara estamos contra el enemigo/y cabalgamos muy cerca de él, en la misma pista.”

Dalton, profundo conocedor de los clásicos comunistas, organizó el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las más fuertes organizaciones guerrilleras de El Salvador.

Regresó desde La Habana a su país para integrar las filas del ERP. Allí cayó el 10 de mayo de 1975, cuatro días antes de cumplir 40 años, acribillado a balazos a manos de una facción disidente de esa organización clandestina a la que había ingresado para participar de la lucha armada.

Para entonces ya había expresado: «Usted sabe: me quedan algunos meses de vida. Los elegidos de los dioses seguimos estando a la izquierda del corazón. Debidamente condenados como herejes».

Según la poetisa española Aitana Alberti, Dalton era un ser angélico cuya vida tuvo que ser sacrificada en función de un ideal que es el de muchos en América.

“Pero qué va/los muertos son otros desde entonces./Hoy se ponen irónicos/preguntan./Me parece que caen en la cuenta/de ser cada vez más la mayoría!”, escribió en su poema “El descanso el guerrero”.

Años después, el principal responsable de la fracción del ERP que decidió su eliminación, Joaquín Villalobos, reconoció tarde, muy tarde ya, que su muerte había sido un error, “un trágico error llamado Roque Dalton”.

 

(*) Tomado de Prensa Latina/ 12 de junio de 2008

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